viernes, 27 de febrero de 2015

Conoce porque el cuerpo humano puede predecir el clima

Seguro que habrás escuchado alguna vez a alguien quejarse de su tobillo o rodilla o muñeca que se lastimó hace unos años y a otro contestándole: "Eso es que va a cambiar el tiempo". ¿Tiene esto una explicación científica que lo respalde? La ciencia lo dice: el dolor de huesos sí puede predecir el mal tiempo. Si alguna vez se rió cuando su abuelita se quejaba de malestar en las rodillas y a continuación anunciaba frío y lluvias deberá retractarse: el 30% de la población puede pronosticar a través de su cuerpo la llegada de un frente de mal tiempo o un cambio repentino de temperatura.

El cuerpo humano es una computadora que nunca deja de sorprendernos, una máquina ultra sensible y capaz de enviar señales claras en relación a todo lo que le rodea. Por si no lo sabías, existen personas “meteorosensibles”, que son aquellas capaces de predecir que se va a producir un cambio en el tiempo en base a las reacciones experimentadas en su cuerpo.

Este tema que parece tan trivial, tiene detrás una rama de la ciencia denominada bioclimatología, que investiga las consecuencias de los cambios atmosféricos en la salud. Los especialistas estiman que entre un 30 y un 50% de la población es meteorosensible. Sin que se sepa exactamente por qué, estas personas son particularmente receptivas a los cambios climáticos, percibiendo antes que otras los futuros cambios de tiempo. Lo que sí se sabe con certeza es que la meteorosensibilidad se manifiesta incluso en habitaciones bien climatizadas. Al parecer, estos fenómenos se hallan relacionados con ínfimas variaciones de la presión atmosférica o de las ondas electromagnéticas.

Los científicos estiman que más de un tercio de las personas son "meteorosensibles", y por tanto vulnerables a las alteraciones climáticas. Sus síntomas se presentan entre once y veinticuatro horas antes de un cambio brusco en la temperatura y van desde un hormigueo hasta dolor en las articulaciones y huesos.

Los expertos aseguran que no es la presión, la temperatura o la humedad en sí las responsables, sino la variación de las propiedades electromagnéticas de la atmósfera, como pueden ser el grado de ionización o el campo eléctrico.
El jefe del Servicio de Neurología del Hospital Clínico Universitario de Zaragoza, Javier López del Val, realizó su tesis doctoral centrándose en el "barrunto", palabra que significa "presentir", "notar" y hace referencia a cuando una persona a través de sensaciones físicas o molestias en su cuerpo puede llegar a presagiar un cambio climático. Su investigación ha dado validez científica a este término, tan acuñado en la antigüedad.

Fue en 1982. De turno en el hospital, comenzó a notar que un día cualquiera llegaban 10 pacientes por accidentes cerebrovasculares y luego pasaban semanas sin ningún ingreso. Entonces, se dedicó a revisar las fichas médicas de todos los pacientes ingresados en el Servicio de Neurología durante un año (750), anotando día y hora del ingreso. Después, buscó correlaciones climatológicas: pidió al servicio meteorológico local datos de presión atmosférica (máxima, mínima y promedio), temperatura y humedad de cada uno de los días de ese año. Un sistema informático le permitió establecer el vínculo.

Su explicación al fenómeno fue la siguiente:
El "barrunto atmosférico" tiene una explicación científica: En el aire, en la atmósfera, hay una serie de iones positivos y negativos que se llaman "Sferic". A los que tienen carga negativa se les atribuye un efecto protector y a los de positiva, un efecto negativo. Estos iones van a la velocidad de la luz, y preceden en 24 ó hasta 72 horas a la llegada de un nuevo frente atmosférico. Cuando nosotros vemos en el mapa de España, que por aquí viene un frente, los "Sferic" llevan 24 horas de antelación.

Los ancianos, con menos defensas, los diabéticos y los enfermos cardiovasculares están más predispuestos a padecer ese cambio atmosférico.

Un ejemplo de este efecto fue revelado en un estudio efectuado por la U. de Giessen (Alemania) con pacientes aquejados de jaquecas. Los autores usaron una recámara acondicionada para simular el actuar de las sferics en zonas cercanas a tormentas. Y se comprobó cómo el cerebro de estos individuos experimentó un aumento dramático de la actividad eléctrica, efecto que ha sido identificado como uno de los factores gatillantes más comunes de las migrañas. Esto, porque se propaga como las olas de un tsunami hasta ser registrada por las meninges, el tejido que cubre el cerebro y que se encarga de sentir dolor.
La meteorosensibilidad se experimenta como dolores musculares o de huesos en algunas personas, y también es frecuente sentir molestia en cicatrices de heridas o cirugías, experimentar dolores de cabeza, trastornos del sueño y fatiga.
Pero además de estas cuestiones molestas pero de gravedad menor, puede que empeoren otras dolencias más importantes. Entre estas patologías, destacan las de tipo respiratorio, cardiovasculares e incluso relacionadas con el cerebro, que se pueden recrudecer ante cambios de “temperatura principalmente”, pero también por variaciones en la presión o la humedad, según señaló Alberto Martí, profesor titular de Geografía Física en la Universidad de Santiago de Compostela, en España.

Los frentes fríos y húmedos favorecen los dolores reumáticos, mientras que el paso de un anticiclón (zona atmosférica de alta presión) o la proximidad de otro, son notables suministradores de jaquecas e insomnios. Por su parte, los períodos largos de nubosidad y falta de luz solar pueden originar depresión.

Bruscos cambios de temperatura o una súbita baja de la presión atmosférica pueden ser particularmente nefastos a los cardíacos. Según algunos especialistas, el 80% de los accidentes cardiovasculares se producen cuando hay una brusca variación de la presión atmosférica.

Varios estudios realizados por Richard Pope, jefe de Reumatología del Hospital Northwestern Memorial (EE.UU.), muestran que el principal culpable en este caso es la baja presión atmosférica, fenómeno que suele preceder la llegada de un frente de mal tiempo. Cálculos científicos muestran, por ejemplo, que una caída en este índice (que se refiere a la presión que ejerce el aire sobre la Tierra y que se conoce desde 1654) puede anteceder en hasta cinco o seis horas el arribo de lluvias. Y los efectos en el organismo de algunas personas, también.

Pope explica que si se coloca un globo en un ambiente controlado y se reduce la presión, éste se expande. Lo mismo ocurre con los tejidos alrededor de una articulación: al caer la presión atmosférica, el tejido se expande y, si ya hay hinchazón, inflamación o una fractura que no sanó bien, se genera mayor dolor. Un efecto que fue confirmado por un estudio de dos años realizado por el Instituto Poal de Reumatología de Barcelona y que abarcó a 92 pacientes de artritis y artrosis: el 40% se mostró susceptible de predecir fenómenos meteorológicos basándose en sus molestias.

Incidencia en migrañas

Otro ejemplo de jaquecas generadas en anticipación al empeoramiento del clima fue registrado por el doctor Alan Rapoport, del Centro de Migrañas de Nueva Inglaterra (EE.UU.), quien estudió a 77 pacientes por dos años. ¿El resultado? El 22% de los entrevistados mostró una sensibilidad anticipada a las bajas temperaturas y la baja húmedad.
Charles Matthews -neurólogo y director de la Clínica de Migrañas de Carolina del Norte (EE.UU.)- cree que una de las claves está en un denso cúmulo de venas en la parte trasera de la nariz. Mediante su dilatación y contracción, estas venas regulan internamente la humedad del aire que se inhala para que no dañe los pulmones.

“Estas venas tienen que detectar la presión del aire y determinar cuánto dilatarse o contraerse. Si hay un cambio repentino de temperatura tienen que adaptarse para mantener la humedad adecuada del aire. En quienes sufren migraña, este sistema vascular cambia demasiado rápido”, dijo a Weather.com. Por eso, se recomienda que los pacientes lleven un calendario de sus dolores de cabeza, para así hallar algún nexo con el clima.

Según López del Val, hay una regla de oro que dice que mientras más brusco cambia el tiempo, más posibilidad hay de que se altere el sistema vascular. Esto se da especialmente en personas mayores “cuyas arterias han perdido su elasticidad juvenil, lo que hace que los vasos se cierren con mayor facilidad”.

Mayor picazón

La piel de quienes sufren eczema -una inflamación de la capa externa de la piel acompañada de picazón- también anticipa una alteración climática importante. Esto porque la llegada de un frente frío suele venir precedido de una oleada de aire gélido y seco que reduce el nivel de humedad en la piel afectada, aumentando la intensidad de la picazón.
Por eso, Pamela Fletcher -del departamento de dermatología de la U. de Cincinnati (EE.UU.)- señala que quienes sufren este problema deben humedecer la piel expuesta dos veces al día en épocas más frías. Una opción en el invierno es usar vaselina, crema hidratante que no daña la piel sensible.

El viento nos trastorna

No es todo. El viento también tiene incidencia en la salud. Un estudio realizado bajo la supervisión de Antoni Bulbena, jefe del Servicio de Siquiatría del Hospital del Mar (España), muestra cómo el viento es capaz de alterar nuestra conducta. La investigación abarcó a 300 habitantes de la localidad de Ampurdán y se centró en la tramontana, un viento frío y turbulento que llega a soplar hasta 10 horas en Cataluña y el sur de Francia, con rachas de 150 km/h.

El reporte concluye que 66% de la población autóctona modifica su comportamiento cuando sopla la tramontana, con reacciones diversas como depresión, desasosiego, euforia y excitación nerviosa. Según los autores, estos efectos se deberían a que el viento frío altera neurotransmisores como la serotonina, que juega un papel importante en la angustia y el estado de ánimo.

También existe una situación físico-orgánica que ocurre en las articulaciones. Las articulaciones de los humanos y de casi todos los mamiferos, son "sinoviales", es decir, están cubiertas por una membrana que une hueso con hueso, sin una función de sostén como seria de un ligamento o similar, y contienen un líquido viscoso (sinovial), que funciona como un lubricante evitando el roce oseo.

Esta estructura esta generalmente a un nivel de presión interna levemente menor a la presión atmosférica, por lo cual cuando se va a producir un brusco descenso de la temperatura, la presión atmosférica baja, y las articulaciones tienden a expandirse, generando presión en las paredes sinoviales. Esto se ve muy marcado en personas mayores con articulaciones rígidas y/o dañadas, lo que explica las continuas frases de "los adivinos del tiempo".

Pero como en todo, la meteorosensibilidad también tiene su lado opuesto. También existen personas poco sensibles a los cambios climáticos. Según los expertos, estas personas son las más sanas y tienen un metabolismo más fuerte, en tanto que los grupos más sensibles son los niños de hasta 10 años y los mayores a partir de 65-70 años.
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